LAS CRUCES DE NUEVO MEXICO
Salí muy temprano de Deming rumbo a las Cruces, Nuevo Mexico, y me preparé con suficientes líquidos para cubrir los noventa kilómetros de distancia. Por suerte, el terreno era plano como una mesa y una leve brisa que viajaba del Sur generaba una agradable sensación. Tan bien me la pase, que no sentí el tiempo y de repente ya estaba en las cruces. Eran las diez de la mañana, el sol todavía no quemaba de forma criminal. Prácticamente tenía todo el día para buscar un lugar donde dormir y descansar. Me refugie primero en una cafetería y me inyecté una sobredosis de facebook. Demasiado ¡Tres horas!. Cuando salí, el sol y el calor no eran apto para el consumo humano. Apenas pedalee un par de cuadras y me refugie en una venta de hamburguesas. Otras dos horas más. Cuando se acercaban las cuatro de la tarde, salí resuelto a buscar el espacio para armar la tienda de campaña. Pero ¿Adonde?. Bueno, como primera opción están las iglesias, ahí siempre suele haber suficiente espacio y jardines. Como segunda opción, quizás, un parque o un terreno baldío. Busqué la iglesia y la encontré, pero no había nadie y tampoco tenía jardines. Era una masa de cemento. Bueno, segunda opción: El parque o la improvisación. Preferí la improvisación y contiguo a la iglesia estaba una casa que tenía un hermoso jardín delantero; medio observé y estaba un niño jugando a la pelota y al fondo dos personas en posición de trabajo, un hombre y una mujer. Me acerqué y dejaron las herramientas en el suelo. Con un poco de desconfianza me preguntaran que si necesitaba algo y en seguida les conté lo del viaje, lo hice en inglés, el tipo ,que tenía una larga cabellera, me dijo: "no se preocupe compa, yo hablo español". Con más confianza le conté del recorrido y le dije que solamente buscaba un lugar donde tender mi tienda campaña pasar la noche y por la mañana continuar con el recorrido hacia Alamo Gordo. Me dijo que el no era el dueño de la casa, que ellos llegarían más tarde, pero creía que no habría problema. Entonces, me senté y me quedé observando su trabajo. Trataban de hacer funcionar una vieja bomba de agua, pero no lo consiguieron. Mientras lo hacían estuvimos conversando. Al final, la mujer que estaba con él, nos sirvió un vaso de refresco. ¡Mucho gusto!, me dijo, me llamo Carmen y él es mi esposo, Victor. Charlamos un momento más y así, sin tanto plan, Victor me dijo: Yo soy el encargado de un edificio de apartamentos, si quieres te puedes quedar esta noche. De nuevo, estaba siendo testigo de ese camino, misterioso y puntual, que me lleva a los mejores seres humanos del mundo, no importando su nacionalidad, domicilio o color de piel. Claro que le dije que si. Conectaron un par de tuberías y luego subimos la bici a un pickup, me dieron un paseo por la ciudad y me contaron que Victor era nacido en el pueblo (Las Cruces) y Carmen originaria de Chihuahua. Llegamos a los apartamentos y para mi sorpresa me alojaron en uno completamente alfombrado y hasta con aire acondicionado. ¡Que maravilla!. Se despidieron y solamente me pidieron que saliera antes de las ocho de la mañana. Se los prometí y les dije que para esa hora yo ya debería de haberme consumido por lo menos dos litros de agua en las subidas a Alamo Gordo. Carmen me dio un papel doblado con el numero de teléfono de ellos y cuarenta dolares. No, le dije, muchas gracias, pero no. Ella insistió y se marcharon. Tomé una ducha, lave la ropa, conecté la computadora (el Internet muy bueno) y hasta vi el partido de la selección de El Salvador. No sé, pero no me molestó tanto que perdiera la selección.
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