Jhony sonríe de lado, no porque sea su mejor perfil, sino más bien porque del otro  ya no tiene muelas. En algún tiempo se pareció a Elvis, o él creía que se le parecía un poco, y lo imitaba, no solamente en el corte de cabello, sino hasta con los gestos y con la voz. Así consiguió trabajo en un bar decadente (no decente) de Bridgeport, Connecticut, en el que cantaba los viernes y sábado, ante la escasa presencia de borrachos, la mayoría amigos de infancia, que le gritaban, más bien se burlaban: ¡Haz el paso del Elvis!. Jhony, de acuerdo a sus palabras, tenía presencia y dominaba el escenario. De eso se dio cuenta el dueño de un bar en Nueva York que decidió contratarlo para que realizará su show en la ciudad. Y, qué creen, llegó la fama. No era Elvis, claro, Elvis era el rey, pero era un imitador muy bueno y los clientes adoraban el show. Eso no me consta, porque es lo que él meha contado. Además dice que cada semana tenía una diferente mujer en su cuarto de Nueva York. Tampoco me consta. Eso hasta que llegó Michael Jackson y sus pasos. Jhony no pudo dejar de ser Elvis y como nunca fue él mismo, ya era muy tarde para que lo conocieran como Jhony Sutton. Cayó en una especie de desgracia, de esas que uno piensa que serán temporales, pero que, con el tiempo, se vuelven como estacionarias, como la calvicie. . 


Con los años, como es normal con todos los hombres (bueno, con las mujeres tambien) ganó peso y dejó de tener los pasos atractivos. ¡Mierda! tengo que pagar dos mil dolares para que me arreglen la dentadura!, me dice Jhony. Yo le pido que sonría para la foto. ¡Te imaginas, mi amigo! ¡dos mil dolares por sonreir!!!... Bueno, Jhony, vamos, sonrié, amigo....le digo y Jhony posa de perfil. Le pregunto si puede imitar a Elvis frente a la camara, me dice que con gusto pero en ese momento tiene que irse, me dice que tiene una cita con una chica. Compra una botella de vodka DUBRA, el nombre suena como a ruso, pero no es ruso, es estadounidense con nombre ruso y es barato. Además compra tres números para jugar a la lotería y se marcha. Me dice: Me da gusto de verte de nuevo, mi amigo.

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