EL CLUB DEL FRACASO. PARTE V

SILVIO MARCELO DE SOUZA TREMIÑO (Melo)
Desde que llegó procedente de una de las favelas de Río de Janeiro, Silvio Marcelo De Souza Tremiño, conocido como Melo, jugó en los tres equipos de primera división de San Cristobal, siendo un jugador excepcional, un zurdo de oro, como lo definió en una entrevista el técnico colombiano el Coca Álvarez (lo de Coca era por su nombre, Oscar, contestaba siempre el colombiano cuando le preguntaban por el apodo) quien lo dirigió en el equipo Los Tiburones de San Cristóbal. Equipo que, infelizmente, descendió de categoría y al que la directiva, encabezada por el empresario inmobiliario Federico Hasbún, adeudaba a los jugadores varios meses de salarios. A Melo se le debían exactamente nueve, los que recordaba sin olvido alguno porque la última vez que le pagaron fue el día en el que se confirmó el embarazo de su novia, Marta, una cristobaleña de origen humilde pero con una fisonomía agradable, un rostro que hacía más llevadera o menos injusta su pobreza.

En esos días de escasez, algunos jugadores del equipo, la mayoría, pedía ayuda, en principio económica y que, con el correr de la necesidad, no tuvieron vergüenza alguna de aceptar hasta alimentos, frazadas y medicinas. Melo se tomaba la situación con bastante tranquilidad, no es tan diferente a Rio, decía y se machacaba en un campo polvoso donde le pagaban algunas veces (Generalmente) con comida. Una vez resuelto el pago parcial de la deuda, Melo firmó un contrato de seis meses, con opción a seis más, con el equipo Los Pescadores de San Cristóbal (equpio que no era querido por los medios que, cuando perdían los juegos, los periódicos ya aburrían con epítetos como: Los Perdedores de San Cristobal), dirigido por el técnico uruguayo Alberto Villafranco, conocido como el Profe (a secas), con el que logró acaparar una mejor cobertura mediática por conseguir el campeonato de goleo en ese torneo, aunque su equipo, Los Pescadores, no pudieron acceder a las instancias finales. De todas formas esa exposición mediática, le sirvió a Melo para ser la imagen de una empresa de bebidas carbonatadas y ser fichado por el último equipo campeón del torneo el San Cristobal F.C., conocido como los porteños, aunque nadie sabía, ni los periodistas deportivos, por qué tenían como mascota a un gallo. Un locutor radial al que nadie, al menos que se jactara de ser racional, le creía nada de lo que afirmaba, algo que al locutor no le importaba en modo alguno , pues era el dueño de la radio, decía que el gallo era la mascota debido a que dentro de los fundadores del equipo hubo un ciudadano francés conocido o llamado Benoit Peythieu, que había llegado a San Cristobal como ingeniero de la empresa encargada de habilitar el primer ferrocarril de la ciudad y como el gallo era el símbolo de Francia por eso decidieron, en honor al distinguido ingeniero, adoptar esa mascota para el equipo. La versión nadie la creía; en primer lugar porque no había ninguna fuente que la confirmara, la única referencia de un tal Benoit Peythieu, era una antología poética donde aparecían dos poemas firmados con ese nombre (presumiblemente el seudónimo de algún poeta local admirador de los poetas franceses), poemas que inspiraron a un grupo de poetas y escritores de San Cristobal a fundar un grupo literario llamado: Los Elegidos; segundo, porque la empresa encargada de operar el primer ferrocarril de San Cristobal fue una empresa inglesa y no una francesa, además de que ingleses y franceses no se podían ver ni leer a inicios de mil novecientos, históricamente se habían matado hasta por puro placer estadístico e histórico. A esa versión romántica, le agregaba el locutor la idea de que el himno oficial del equipo San Cristobal F.C. fue durante algunos años, la marsellesa. Nadie daba crédito a esa versión, más si se le agregaban dos elementos: la estación de radio se llamaba Paris y el locutor Victor Hugo. Otra versión que se escuchó en el programa matutino El Espacio Valiente, con la que la mayoría de aficionados estaba sino de acuerdo al menos no en desacuerdo, si es que eso es posible, fue la que situaba el origen del gallo como mascota, en una de las haciendas de Don Tito Maradiaga, el patriarca de los Maradiaga, que según la revista San Cristobal Exchange, lidera el Rankin de los más ricos en la región; de acuerdo al programa radial, en la hacienda de Don Tito, se llevaban a cabo las más exclusivas peleas de gallo, no por lo exclusivo de los gallos sino más bien por los asistentes. Más que generarle riqueza esa actividad, lo hacía por puro placer, decía don Tito, que fue uno de los socios con los ingleses en la construcción de las líneas férreas. Según lo que reveló el Espacio Valiente, los socios ingleses fueron los fundadores del equipo y en honor a un gallo, apodado Carmelo, al que habían apostado en la hacienda de don Tito, decidieron tomarlo como mascota. El mencionado gallo había ganado el combate, que, debido al error de uno de los empleados que no le amarró adecuadamente las navajas, peleó la mayor parte del combate a puño limpio en contra de Hércules que si tuvo la ventaja de las navajas. Ambos gallos murieron, pero Carmelo murió como los valientes, sin armas frente a la muerte, decían los ingleses.
De todas formas, nadie llamaba al equipo los galleros a los gallos de San Cristobal, simplemente los llamaban los porteños.

Con el equipo porteño llegaron los éxitos para Melo, durante cinco campeonatos seguidos fue el líder goleador del torneo, ganando tres de las cinco finales que se disputaron y siendo elegido el mejor jugador del torneo en dos ocasiones.

El salario dejó de ser un problema, Melo era la estrella de los porteños, nadie concebía al equipo sin la presencia del jugador brasileño. Un equipo mexicano quiso comprar el pase del jugador, pero fue rechazado por la junta directiva de los porteños, quienes creían que Melo era el mejor extranjero que había pasado por San Cristobal y si algún equipo mexicano quería llevárselo tenía que pagar una verdadera fortuna por esa joya, esas eran las palabras del presidente, Ramón Maradiaga.

Por esos días ya había nacido su tercer hijo, ¡Otro error!, pensó Melo cuando se lo comunicó Silvia, otra de sus tantas novias.

El salario era pagado, siempre en efectivo, a todos los jugadores en el casino MEDIEVAL , propiedad de Ramón Maradiaga, que lo hacía a propósito, le dijo a otro de los directivos, para que los jugadores se motivaran a dejar el salario en las mesas o en las maquinas. Melo no era un jugador habitual de los juegos de azar, lo de él era el futbol, aunque no había mucha diferencia. Comenzó jugando en las maquinas de un centavo, después de una semana pasó a las de cinco centavos, luego de una hora a las de diez centavos y después de media hora más ya estaba en las maquinas de veinticinco centavos. El siguiente día no tenía problema alguno en apostar en las maquinas de un dólar. La actividad fue creciendo al punto que Ramón Maradiaga ordenó un día que lo sacarán para que fuera a descansar antes del partido final. Partido que ganaron los porteños, con dos goles de Melo. Uno de los goles fue descrito por los periodicos como una obra maestra, el otro simplemente como una obra de la suerte.

Cuando Melo cambio las maquinas por las mesas, el problema era más que evidente dentro del equipo. De los entrenamientos salía rumbo para el casino y del casino rumbo al entrenamiento. Los salarios al principio dejaron de llegarle completos, pues el equipo descontaba, como debía de ser, las cuentas pendientes de Melo en el casino. Un mes, de previsible llegada, cambiaron los colores en el presupuesto del brasileño, por primera vez no recibiría nada en concepto de salario, todo había ido a parar al casino. Y no bastando con esa noticia, le llegaron dos notificaciones de la Procuraduria General exigiéndole el pago de alimentos para dos de sus hijos. Por suerte, se decía, no me ha demandado La Bonitiña, como cariñosamente llamaba a Marta. Que, contrario a lo que pensaba Melo, si lo había demandado, incluso antes que las otras dos novias o exnovias de Melo, pero que por errores, noventa y nueve punto nueve por ciento, humanos, imputables a la burocracia de San Cristobal, la demandada descansaba en el escritorio de un empleado que gozaba de dos semanas de vacación.

Los porteños tuvieron una campaña descrita por unanimidad por la prensa deportiva como desastrosa. Melo a penas anotó tres goles, realmente anotó dos, uno de los tres había sido en su propia puerta, como consecuencia de esa suerte o mala suerte del futbol.

Juan Maradiaga quiso negociar con los mexicanos el traspaso de Melo, pero consideraron que la etapa futbolística de Melo estaba en franco descenso y se abstuvieron de generar alguna oferta.

Melo fue despedido del equipo, cansado de tener que estar enviando documentos a la Procuraduría como consecuencia del embargo parcial del salario. En lugar de que el equipo le quedara a deber, como era lo normal en cualquier equipo de San Cristobal, Melo quedo adeudando con una buena cantidad de dinero al casino, que de ninguna manera le sería perdonada, le advirtió Ramón Maradiaga. Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico, como esos del casino, entre al reino de Dios, le dijo el pastor de la iglesia PARE DE LLORAR que trataba de convencer a Melo para que aceptara al señor (al señor Jesucristo). Melo aceptó y durante un tiempo trató de jugar futbol en los equipos de segunda división, alejarse de los casinos y servir y diezmar en la iglesia. De alguna forma, la vida marchaba, dentro de todas las caristias, bien. Sin embargo, una lesión lo alejó por varios meses de los campos y del dinero y buscó un refugio mayor dentro de la iglesia.

Iglesia a la que todavía asiste, pero no le impide venir a las sesiones del Club. No estoy muy seguro si fue en la sesión ciento tres o cuatro o cinco cuando llegó el futbolista Melo.

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