EL CLUB DEL FRACASO. PARTE IV
Jonatan Valverde
No había justificación alguna para Jonatan Valverde, abogado de San Cristobal, que diera lugar a sospechas acerca de la infidelidad de Noemí, su esposa, odontóloga de profesión y madre de sus tres hijos.Pero como sucede con todas las infidelidades mal hechas, algún día saldrán a la luz, y son muy malas, malísimas. Claro, eso hasta que se descubren. Y esa mañana los mensajes del correo electrónico, por muy optimistas que se quisiera leer, no daba espacio a duda alguna: Noemí, o Honey como le escribía, un tal Mike, se reuniría a las cuatro de la tarde en el Motel El Arcano Mayor de la calle Constitución. ¿Sería una cita médica?, quizás, pensaba Valverde, y se alimentaba de un injustificado optimismo, a lo mejor el tal Miguel era paciente de Noemí, ¡Mierda! Pero, ¿por qué le ha llamado “Honey”?, encendía otro cigarrillo y desechaba ese extraño optimismo.
Ese mañana no quiso encarar a Noemi, pero tampoco pudo trabajar. El aire acondicionado de la oficina le quemaba la piel, enrojecida y erizada; la música clásica, que siempre se escuchaba en el despacho Estrada & Borja Asociados, parecía que le pegaba bofetadas en el rostro. Quiso excusar su presencia en una diligencia judicial, demasiado importante, le dijo Juan Carlos Estrada, uno de sus jefes, de la que de ninguna manera pudo hacerlo. Lo menos que hubiera querido esa mañana era estar ocupado distrayéndose del mensaje, quería, y cualquier ser humano en su lugar haría lo mismo, encontrar un espacio en silencio y meditar la posible reacción, si es que antes no decidía suicidarse, posibilidad que hasta ese momento no había sentido en la vida, al menos no, desde que se había alejado de la adolescencia. Por suerte logró llegar con vida a la hora del almuerzo, que sintió simple y pesado. Meditó, tratando de ser lo más racional, el paso siguiente. Le hablo, la encaro o voy al Motel, pensaba Valverde mientras tomaba una taza de té. Hizo una cronología de lo sucedido, como queriendo encontrar algún elemento que no hubiera sido capaz de ver o al menos intuir. Yo le presté, ayer por la noche, pensaba Valverde, mi computadora a Noemi, que había dejado la suya en el taller por una falla con el teclado, sin duda, mi amor, ¡cómo que mi amor!, se corregía, ¡Esa pendeja! , rectificaba, Ingresó a su cuenta de correo y el sistema dejó guardado su clave de acceso. Yo me conecté, Valverde llevaba la taza de té a su boca, ahora por la mañana y fue así como llegue a su cuenta de correo, bajaba la taza y clavaba su mirada en un cuadro surrealista, al menos él así lo pensó, aunque no sabía nada de surrealismo ni mucho menos de pinturas y sacaba una hoja donde había impreso el mensaje. Lo leía y lloraba, lloraba y lo volvía a leer, ya ni hacerlo en público le generaba vergüenza alguna. Las mejías, los cartílagos de las orejas y la punta de los pies ardían en una especie de infierno reprimido o volcán o enojo, o el enojo reprimido de un volcán infernal, o cualquier combinación de esas cuatro palabras.
Pidió la tarde libre, la que le fue concedida si mayores problemas. No tanto porque fuera un gran trabajador, sino más bien porque durante las tardes cualquier empleado podía ausentarse del despacho Estrada & Borja Asociados. Es que, como generalmente sucedía, en San Cristobal, los burócratas eran menos eficientes durante las tardes, algo que ya lo sabían la mayoría de abogados, razón por la cual todos aprovechaban a realizar cualquier trámite legal, exclusivamente por la mañana. Aunque, para ser sinceros, no importaba el horario, mañana o tarde, los burócratas siempre eran ineficientes, algo que no les molestaba en modo alguno, más bien aceptaban y propagaban como una buena costumbre digna de ser defendida con las uñas y los dientes.
Valverde decidió manejar hacía el Arcano Mayor y llegar una hora antes de la cita. Dejó su auto a un par de cuadras del lugar y caminó con un nerviosismo como si fuera él un criminal que estaba a punto de cometer su primer crimen. Frente al Motel había una pequeña cafetería que tenía una vista inmejorable, pensó Valverde, y se instaló en la primera mesa. ¿Por qué a mí? Se preguntaba Valverde, ¿Por qué yo que siempre le he sido fiel? ¿Por qué?...Fue en ese momento cuando se le vino a la mente la imagen de sus tres hijos, algo que, no es que no hubiera pensado, pero no había tenido el valor de analizar ¿Y si los niños no son mis hijos? Esa pregunta le terminó de quebrar la sobriedad con la que tomaba el café. Faltaban quince minutos para las cuatro de la tarde cuando vio pasar el auto color negro de Noemí. Ya no había ninguna posibilidad para dudar. Estaba en el lugar, un Motel, a la hora acordada, era cerca de las cuatro de la tarde y el auto de su mujer había ingresado, ¿qué más pruebas se necesitan? pensaba Valverde que se abstuvo de seguir tomándose el café. Tengo que verlo con mis propios ojos, dijo y los cerró.
Con un gran sigiló se fue acercando al Motel y observó la figura de su mujer que de apoco se acercaba a otro auto de donde salió un tipo, alto, con el pelo totalmente recortado, que llevaba puesto un traje de color gris y camisa blanca. ¡Puta, un negro!, exclamó Valverde que nunca en la vida había observado dentro de él alguna conducta racista, y cómo evidenciar ese mal, si en San Cristobal no habían negros (mejor dicho, no nacían negros), pero al ver a su mujer besar al negro, sintió una repulsión por ese color de piel, que hizo, al menos por ese momento, dejar a la infidelidad en segundo plano.
La pareja, después de darse un beso bastante romántico, demasiado para los ojos de Valverde, subieron a la habitación 205, o al menos eso dedujo Valverde al ver que ingresaron en la quinta puerta del segundo nivel .
Valverde apenas y podía seguir la secuencia de los pasos, apenas y pudo coordinar los pensamientos con la mirada y casi tropieza en la esquina de la calle Constitución. Aunque había llegado a tiempo a la cita y todo se estaba desarrollando según lo planeado ¿Cuál plan? Se decía y lamentaba lo que estaba sucediendo y enseguida prendía otro cigarrillo. No quiso quedarse a la espera y caminó hacía el Motel, pidió, aunque el empleado pensó que Valverde se estaba muriendo, pues se veía de un rojo explosivo en la piel, una habitación en el segundo nivel. Efectivamente le asignaron la habitación 204. Valverde subió y se instaló silenciosamente en la habitación.
Fue todo un martirio escuchar los gritos placenteros de Noemi y Mike, gritos que rebotaban y hasta traspasaban las paredes. Paredes que contenían la división entre la imaginación y lo real. Vaya uno saber cuántos orgasmos tuvo Noemi, Valverde contó cuatro a su esposa y dos a Mike. Pero, seguramente, por la cantidad (y calidad) de gritos, tuvieron que haber sido más. Aunque hubo un orgasmo del que nadie hablaría nunca, del que no sabría nadie más que solamente, Valverde. Durante el tercer orgasmo de su mujer, tuvo una repentina excitación que no pudo controlar de otra forma que no fuera por medio de una masturbación. En la mente de Valverde pasaban las imágenes de su mujer cogiendo con el tal Mike y se complementaban, comprensiblemente, con los gritos que viajaban desde la habitación. Cuando llego la quietud pos sexual, Valverde, no dejaba de pensar en lo que acaba de vivir. Pensó en ir y tocar la puerta y desenmascarar la infidelidad, pero razonó, certeramente, en que el negro lo aplastaría sin mayor esfuerzo. Pensó en dejar las cosas como si él no supiera nada, dejar que el juego continuara y ver hasta donde llegaba el cinismo de su esposa. Pensó, aunque se lamentó de pensar así, que ese juego, aunque muy doloroso, le había agradado.
Valverde nunca encaró a Noemí, y, por así decirlo, el matrimonio continuó su curso normal, con esporádicas y contadas relaciones sexuales. Lo que no molestaba a Valverde, quien llegó a sentir un placer por la mentira. Le gustaba ver la cara de Noemi y escuchar todas las excusas que daba para justificar sus reiteradas desapariciones, no contestar las llamadas y una que otra marca de amor, que ella creía esconder. Durante un año se dedicó a concurrir a cada una de las citas entre su esposa y Mike, de quien averiguó trabajaba para la embajada de Los Estados Unidos y que, al igual que Noemí, era casado. Las citas generalmente se pactaban una vez al mes y coincidían con las fechas 14 ó 15 ó 16, o 29, 30, 31 ó 1 ó 2 de cada mes, es decir, a mediados, a finales y/o inicios de cada mes.
Valverde quiso contar su historia, no porque se sintiera fracasado, sino más bien, así lo dijo a todos los presentes en la sesión 175, que lo hacía para poner de ejemplo hasta donde somos capaces de llegar los seres humanos. Dijo que, cualquier otra persona en su lugar se hubiera matado o hubiera matado a su mujer y al Mike, a los mata primero y después se mata, o simplemente los mata y huye. Por eso quiso compartir esa experiencia con nosotros, porque se ha tomado la situación con bastante humor. Humor que es necesario para vivir, nos dijo, y le aplaudimos efusivamente. Sin embargo, se sintió muy bien en el grupo, así lo manifestó, razón por la cual ha regresado a dos sesiones más, y nos sigue contando, con bastantes detalles, lo que le agradecemos, los incidentes entre su esposa y el tal Mike.
No había justificación alguna para Jonatan Valverde, abogado de San Cristobal, que diera lugar a sospechas acerca de la infidelidad de Noemí, su esposa, odontóloga de profesión y madre de sus tres hijos.Pero como sucede con todas las infidelidades mal hechas, algún día saldrán a la luz, y son muy malas, malísimas. Claro, eso hasta que se descubren. Y esa mañana los mensajes del correo electrónico, por muy optimistas que se quisiera leer, no daba espacio a duda alguna: Noemí, o Honey como le escribía, un tal Mike, se reuniría a las cuatro de la tarde en el Motel El Arcano Mayor de la calle Constitución. ¿Sería una cita médica?, quizás, pensaba Valverde, y se alimentaba de un injustificado optimismo, a lo mejor el tal Miguel era paciente de Noemí, ¡Mierda! Pero, ¿por qué le ha llamado “Honey”?, encendía otro cigarrillo y desechaba ese extraño optimismo.
Ese mañana no quiso encarar a Noemi, pero tampoco pudo trabajar. El aire acondicionado de la oficina le quemaba la piel, enrojecida y erizada; la música clásica, que siempre se escuchaba en el despacho Estrada & Borja Asociados, parecía que le pegaba bofetadas en el rostro. Quiso excusar su presencia en una diligencia judicial, demasiado importante, le dijo Juan Carlos Estrada, uno de sus jefes, de la que de ninguna manera pudo hacerlo. Lo menos que hubiera querido esa mañana era estar ocupado distrayéndose del mensaje, quería, y cualquier ser humano en su lugar haría lo mismo, encontrar un espacio en silencio y meditar la posible reacción, si es que antes no decidía suicidarse, posibilidad que hasta ese momento no había sentido en la vida, al menos no, desde que se había alejado de la adolescencia. Por suerte logró llegar con vida a la hora del almuerzo, que sintió simple y pesado. Meditó, tratando de ser lo más racional, el paso siguiente. Le hablo, la encaro o voy al Motel, pensaba Valverde mientras tomaba una taza de té. Hizo una cronología de lo sucedido, como queriendo encontrar algún elemento que no hubiera sido capaz de ver o al menos intuir. Yo le presté, ayer por la noche, pensaba Valverde, mi computadora a Noemi, que había dejado la suya en el taller por una falla con el teclado, sin duda, mi amor, ¡cómo que mi amor!, se corregía, ¡Esa pendeja! , rectificaba, Ingresó a su cuenta de correo y el sistema dejó guardado su clave de acceso. Yo me conecté, Valverde llevaba la taza de té a su boca, ahora por la mañana y fue así como llegue a su cuenta de correo, bajaba la taza y clavaba su mirada en un cuadro surrealista, al menos él así lo pensó, aunque no sabía nada de surrealismo ni mucho menos de pinturas y sacaba una hoja donde había impreso el mensaje. Lo leía y lloraba, lloraba y lo volvía a leer, ya ni hacerlo en público le generaba vergüenza alguna. Las mejías, los cartílagos de las orejas y la punta de los pies ardían en una especie de infierno reprimido o volcán o enojo, o el enojo reprimido de un volcán infernal, o cualquier combinación de esas cuatro palabras.
Pidió la tarde libre, la que le fue concedida si mayores problemas. No tanto porque fuera un gran trabajador, sino más bien porque durante las tardes cualquier empleado podía ausentarse del despacho Estrada & Borja Asociados. Es que, como generalmente sucedía, en San Cristobal, los burócratas eran menos eficientes durante las tardes, algo que ya lo sabían la mayoría de abogados, razón por la cual todos aprovechaban a realizar cualquier trámite legal, exclusivamente por la mañana. Aunque, para ser sinceros, no importaba el horario, mañana o tarde, los burócratas siempre eran ineficientes, algo que no les molestaba en modo alguno, más bien aceptaban y propagaban como una buena costumbre digna de ser defendida con las uñas y los dientes.
Valverde decidió manejar hacía el Arcano Mayor y llegar una hora antes de la cita. Dejó su auto a un par de cuadras del lugar y caminó con un nerviosismo como si fuera él un criminal que estaba a punto de cometer su primer crimen. Frente al Motel había una pequeña cafetería que tenía una vista inmejorable, pensó Valverde, y se instaló en la primera mesa. ¿Por qué a mí? Se preguntaba Valverde, ¿Por qué yo que siempre le he sido fiel? ¿Por qué?...Fue en ese momento cuando se le vino a la mente la imagen de sus tres hijos, algo que, no es que no hubiera pensado, pero no había tenido el valor de analizar ¿Y si los niños no son mis hijos? Esa pregunta le terminó de quebrar la sobriedad con la que tomaba el café. Faltaban quince minutos para las cuatro de la tarde cuando vio pasar el auto color negro de Noemí. Ya no había ninguna posibilidad para dudar. Estaba en el lugar, un Motel, a la hora acordada, era cerca de las cuatro de la tarde y el auto de su mujer había ingresado, ¿qué más pruebas se necesitan? pensaba Valverde que se abstuvo de seguir tomándose el café. Tengo que verlo con mis propios ojos, dijo y los cerró.
Con un gran sigiló se fue acercando al Motel y observó la figura de su mujer que de apoco se acercaba a otro auto de donde salió un tipo, alto, con el pelo totalmente recortado, que llevaba puesto un traje de color gris y camisa blanca. ¡Puta, un negro!, exclamó Valverde que nunca en la vida había observado dentro de él alguna conducta racista, y cómo evidenciar ese mal, si en San Cristobal no habían negros (mejor dicho, no nacían negros), pero al ver a su mujer besar al negro, sintió una repulsión por ese color de piel, que hizo, al menos por ese momento, dejar a la infidelidad en segundo plano.
La pareja, después de darse un beso bastante romántico, demasiado para los ojos de Valverde, subieron a la habitación 205, o al menos eso dedujo Valverde al ver que ingresaron en la quinta puerta del segundo nivel .
Valverde apenas y podía seguir la secuencia de los pasos, apenas y pudo coordinar los pensamientos con la mirada y casi tropieza en la esquina de la calle Constitución. Aunque había llegado a tiempo a la cita y todo se estaba desarrollando según lo planeado ¿Cuál plan? Se decía y lamentaba lo que estaba sucediendo y enseguida prendía otro cigarrillo. No quiso quedarse a la espera y caminó hacía el Motel, pidió, aunque el empleado pensó que Valverde se estaba muriendo, pues se veía de un rojo explosivo en la piel, una habitación en el segundo nivel. Efectivamente le asignaron la habitación 204. Valverde subió y se instaló silenciosamente en la habitación.
Fue todo un martirio escuchar los gritos placenteros de Noemi y Mike, gritos que rebotaban y hasta traspasaban las paredes. Paredes que contenían la división entre la imaginación y lo real. Vaya uno saber cuántos orgasmos tuvo Noemi, Valverde contó cuatro a su esposa y dos a Mike. Pero, seguramente, por la cantidad (y calidad) de gritos, tuvieron que haber sido más. Aunque hubo un orgasmo del que nadie hablaría nunca, del que no sabría nadie más que solamente, Valverde. Durante el tercer orgasmo de su mujer, tuvo una repentina excitación que no pudo controlar de otra forma que no fuera por medio de una masturbación. En la mente de Valverde pasaban las imágenes de su mujer cogiendo con el tal Mike y se complementaban, comprensiblemente, con los gritos que viajaban desde la habitación. Cuando llego la quietud pos sexual, Valverde, no dejaba de pensar en lo que acaba de vivir. Pensó en ir y tocar la puerta y desenmascarar la infidelidad, pero razonó, certeramente, en que el negro lo aplastaría sin mayor esfuerzo. Pensó en dejar las cosas como si él no supiera nada, dejar que el juego continuara y ver hasta donde llegaba el cinismo de su esposa. Pensó, aunque se lamentó de pensar así, que ese juego, aunque muy doloroso, le había agradado.
Valverde nunca encaró a Noemí, y, por así decirlo, el matrimonio continuó su curso normal, con esporádicas y contadas relaciones sexuales. Lo que no molestaba a Valverde, quien llegó a sentir un placer por la mentira. Le gustaba ver la cara de Noemi y escuchar todas las excusas que daba para justificar sus reiteradas desapariciones, no contestar las llamadas y una que otra marca de amor, que ella creía esconder. Durante un año se dedicó a concurrir a cada una de las citas entre su esposa y Mike, de quien averiguó trabajaba para la embajada de Los Estados Unidos y que, al igual que Noemí, era casado. Las citas generalmente se pactaban una vez al mes y coincidían con las fechas 14 ó 15 ó 16, o 29, 30, 31 ó 1 ó 2 de cada mes, es decir, a mediados, a finales y/o inicios de cada mes.
Valverde quiso contar su historia, no porque se sintiera fracasado, sino más bien, así lo dijo a todos los presentes en la sesión 175, que lo hacía para poner de ejemplo hasta donde somos capaces de llegar los seres humanos. Dijo que, cualquier otra persona en su lugar se hubiera matado o hubiera matado a su mujer y al Mike, a los mata primero y después se mata, o simplemente los mata y huye. Por eso quiso compartir esa experiencia con nosotros, porque se ha tomado la situación con bastante humor. Humor que es necesario para vivir, nos dijo, y le aplaudimos efusivamente. Sin embargo, se sintió muy bien en el grupo, así lo manifestó, razón por la cual ha regresado a dos sesiones más, y nos sigue contando, con bastantes detalles, lo que le agradecemos, los incidentes entre su esposa y el tal Mike.
Comentarios
Publicar un comentario