De Paso por Little Rock
Se llamaba Jake, simplemente Jake, sin apellido, aunque debía tenerlo. Yo no lo supe. También tenía problemas con las drogas y el alcohol. Yo no lo sabía pero lo supe después. Me recibió en Little Rock, capital de Arkansas, en medio de Estados Unidos y lejos de todo. Bueno, de todo lo que uno piensa es Estados Unidos: Los Angeles, Miami, Nueva York. Finalizaba junio y estaba como decía un amigo de la universidad: “en la mitad de ni mierda” pero contento con mi bicicleta.
A Jake lo conocí, más bien conocí su perfil, en una página en la que las personas ofrecían espacios gratuitos para mochileros. Le escribí y contestó en seguida. Me envió la dirección. Estaba a sesenta kilómetros de distancia. Había dormido en Hotspring. Sin problema podrían ser tres horas de pedaleo para llegar. Sin problemas.
En esos días pedaleaba con mapas físicos. Un trailero en California me regaló un libro de mapas. Una edición bien pesada que el ya no utilizaba. Difícil de cargar conmigo. Por eso recorté las hojas de mapas de los Estados por lo que pasaría. Y todo me funcionaba muy bien cuando estaba en carretera pero cuando me acercaba a las ciudades me terminaba perdiendo entre tantas calles. Si podía evitar las ciudades las evitaba. Pero sino, ni modo, había que perderse.
Esa mañana debí haber pasado unos veinte o treinta kilómetros perdidos, antes de estar seguro de haber llegado a Little Rock.
Una vez ubicada la dirección de Jake, una casa de madera no tan vieja pero con jardín descuidado, pasé a tocar la puerta. Un tipo joven, blanco, con el pelo un poco desordenado y barba de un par de semanas, abrió la puerta. I´m Jake, me dijo. Le extendí la mano y le dije mi nombre. Mi invitó a pasar pero le señalé la bicicleta. La acomodamos a un costado del garage. Bajé los maletines y ya dentro de la casa, parecía una residencia universitaria: desorden y olor a hierba quemada. Otro joven con el cabello largo y la piel pálida salió a saludar. Jake me ofreció un sofá en donde podía descansar. Se lo agradecí. Luego pedí tomar una ducha.
Eso de pedalear por horas produce un hedor insoportable. Al salir de la ducha me preguntó si quería acompañarlo a un lago cercano. Contesté que sí, o creo haber dicho "Why not".
Llegó una chica a traernos, era rubia, o dentro de mis paramentos de rubia. Seguro era la novia de Jake, pensé. La saludé. Se presentó, se llamaba Melanie y me dijo que le gustaba mi cabello. Yo no supe contestar el cumplido, porque la verdad no sabía se era cumplido o simplemente el impulso de establecer cualquier conversación. Nos marchamos.
Manejó hasta otra casa. Nos bajamos. Otros chicos, igualmente rubios o blancos con pelo negro, tenían preparada una hielera con mucha cerveza. Mi pasaron una. La destapé y recordé mis días de la universidad cuando íbamos a la playa y nos emborrachábamos con los compañeros. Pero en ese momento no estaba frente al océano pacifico sino en medio de Estados Unidos. Jake apuro a todos y cambiamos de auto. Melanie viajó conmigo en la parte trasera.
Durante el recorrido íbamos bebiendo pero con mucho cuidado porque era prohibido. Melanie entonces comenzó con una serie de preguntas. No sabía si incomodas, imprudentes o directas, al grano: ¿Tienes mucho sexo en tu viaje? Simplemente sonreí y contesté solo por contestar con rapidez que a veces. Ha de ser muy divertido dijo ella. Sí, le contesté. Viajar es divertido. Coger también. Esto último no se lo dije. Jake y el conductor llevaban su propia conversación. ¿Cuánto tiempo te quedas en Little Rock? una noche nada más, le dije. Seguramente mañana me voy rumbo a Memphis. Melanie hizo un movimiento con su cabeza que lo lamentaba: La otra semana hay un festival de "bluegrass" deberías de quedarte, me dijo. ¿Qué es bluegrass? pregunté. No sabes, dijo ella de forma sorprendida. No, le confirmé. Un tipo de música como el country. Ah, bueno, el country si me gusta. Deberías de quedarte. Se lo agradecí. Luego me preguntó si tenía novia. Le dije la verdad: No. Ella destapó otra cerveza y comenzó a tararear una canción. Yo fijé la mirada en la ventana y el bosque.
Al cabo de media hora estábamos en una laguna. Jalamos la hielera y llegamos a la orilla. Los chichos se desnudaron frente a Melanie y se pusieron las calzonetas. Melanie simplemente se quitó la camisa y el pantalón corto. Llevaba puesto un bikini de dos piezas de color oscuro. Ella me preguntó si yo me bañaría con esa ropa que llevaba puesta. Le dije que no. Entonces me pidió que me cambiara. Le dije que me cambiaría en otra parte. No quieres que te vea las piernas me dijo en tono de burla. Sonreí. Quería decirle: “preferiría no hacerlo”, pero no sabía cómo decirlo en inglés de esa forma, por eso le dije que ya regresaría y fue a cambiarme a otra parte.
Al cabo de media hora estábamos en una laguna. Jalamos la hielera y llegamos a la orilla. Los chichos se desnudaron frente a Melanie y se pusieron las calzonetas. Melanie simplemente se quitó la camisa y el pantalón corto. Llevaba puesto un bikini de dos piezas de color oscuro. Ella me preguntó si yo me bañaría con esa ropa que llevaba puesta. Le dije que no. Entonces me pidió que me cambiara. Le dije que me cambiaría en otra parte. No quieres que te vea las piernas me dijo en tono de burla. Sonreí. Quería decirle: “preferiría no hacerlo”, pero no sabía cómo decirlo en inglés de esa forma, por eso le dije que ya regresaría y fue a cambiarme a otra parte.
Cuando regresé ya no había nadie. Todos se habían ido a una pequeña plataforma flotante en la laguna. Melanie gritó mi nombre y me hizo señas para que nadara hasta donde estaban ellos. Nadé y subí. Jake seguía charlando con los otros chicos. Melanie tomaba el sol y cervezas. Yo destapé otra cerveza y me quedé sentando queriendo entender cómo es que llegaba a tiempo a esas personas. Quizá, seguía pensando, siempre estamos a tiempo de que todo pase, una vez que nos salimos de la rutina.
Jake propuso hacer unas apuestas de natación. Yo acepté. El perdedor se tomaba una cerveza “a ver a Dios”, es decir, de un solo trago, sin pausa, sin respiración. El ganador hacía lo mismo. Así que la finalidad era emborracharse.
Melanie seguía tomando sol. Aunque me parecía atractiva, sus preguntas directas me habían inquietado. Más bien excitado. Yo ya no sabía si en realidad era la novia de Jake o no. Tampoco lo iba a preguntar. Parecía que no. Hay historias que no se resuelven en una tarde. Y las hay que no se resuelven nunca. Me incliné por la prudencia.
Jake propuso hacer unas apuestas de natación. Yo acepté. El perdedor se tomaba una cerveza “a ver a Dios”, es decir, de un solo trago, sin pausa, sin respiración. El ganador hacía lo mismo. Así que la finalidad era emborracharse.
Melanie seguía tomando sol. Aunque me parecía atractiva, sus preguntas directas me habían inquietado. Más bien excitado. Yo ya no sabía si en realidad era la novia de Jake o no. Tampoco lo iba a preguntar. Parecía que no. Hay historias que no se resuelven en una tarde. Y las hay que no se resuelven nunca. Me incliné por la prudencia.
Regresamos a Little Rock. De regreso Melanie mostraba síntomas de cansancio, por eso se fue recostando hasta que mis piernas le sirvieron de almohada. La situación era rara, incomoda. Yo no podía ocultar mi excitación. Llegamos a la casa donde estaba el auto e hicimos el cambio. Melanie le pidió a Jake que manejara. Jake tomó las llaves y le dio un beso directo en la boca. “Ok”, pensé yo, y dirigí la mirada a cualquier otra parte. ¡Uff! De la que me salvé.
Regresamos a la casa de Jake. Melanie se bajó del auto y pasó a tomar agua. Yo me fui directo al sofá. No estaba borracho. Todavía no. Eran las 8:00 de la tarde en esa época del año. Melanie llegó a despedirse y me deseó suerte. Se lo agradecí. Luego me dijo que debería acompañar a Jake a una fiesta. Le dije que estaba cansando y que el siguiente día me iría temprano. Te lo pierdes me dijo, y se fue.
Por fin a descansar.
No fue así.
No fue así.
Jake mi pidió que lo acompañara a la fiesta. Me dijo que me daría un recorrido por algunos bares de Little Rock. Traté de excusarme. No pude.
Nos montamos a su auto, aunque algo no andaba bien. No con el auto sino con Jake y el auto. Justo detrás del timón había un artefacto conectado con un cable que Jake tomó y sopló; a los segundos se escuchó un pitido. Vamonos, dijo Jake. Arrancó el carro y nos fuimos a conocer la noche de Little Rock.
Los bares en la ciudad eran ruidosos. Casi en todos había bandas en vivo generalmente de rock o country presentándose. Jóvenes con pinta universitaria desfilaban de bar en bar. Jake me invitó a una cerveza. Yo invité la siguiente. Y así hasta que nos tomamos cuatro. Jake me dijo que sus amigos estarían en otro bar fuera del Down Town. Yo no quería desvelarme. Pero ahí estaba con Jake.
Cuando regresamos al auto, de nuevo Jake sopló el artefacto y fue entonces cuando dijo: Shit! No arranca, me pasé. Fue hasta entonces que me contó que hacía unas semanas lo había detenido la policía manejando bajo los efectos del alcohol y que un juez le había multado y ordenado poner un sistema en el auto que detecta el nivel de alcohol para poder arrancarlo. Me pidió que yo soplara. El resultado fue el mismo: nos habíamos pasado de grados de alcohol. Bueno, se había pasado él. Yo no tenía restricción. Pero en ese momento el destino de Jake era el mío.
Cuando regresamos al auto, de nuevo Jake sopló el artefacto y fue entonces cuando dijo: Shit! No arranca, me pasé. Fue hasta entonces que me contó que hacía unas semanas lo había detenido la policía manejando bajo los efectos del alcohol y que un juez le había multado y ordenado poner un sistema en el auto que detecta el nivel de alcohol para poder arrancarlo. Me pidió que yo soplara. El resultado fue el mismo: nos habíamos pasado de grados de alcohol. Bueno, se había pasado él. Yo no tenía restricción. Pero en ese momento el destino de Jake era el mío.
Tomaremos un taxi me dijo. Dejamos el auto y caminamos. Jake habló por teléfono y un taxi llegó a recogernos. Creí, de forma errónea, que iríamos a dormir. Nos fuimos a la fiesta de los amigos.
El lugar no tenía pinta de bar. Al menos no un bar moderno. Parecía una vieja casa acomodada para servir bebidas. Ingresamos y estaba oscuro. Poca iluminación. La barra estaba llena y las personas estaban como ocultas detrás del humo de tabaco. Yo pensaba que estaba prohibido fumar en los bares de Estados Unidos. Pero ahí fumaban. Caminamos hasta la parte trasera, donde estaba un jardín que sí tenía unas luces como navideñas colgadas de unos árboles que algo de luz daban a las mesas. Cuando Jake asomó la mayoría de personas aplaudió. Enseguida le pusieron una cerveza en la mano y a mí también. Tomé asiento. Luego comenzaron a saltar y cantar una melodía que yo desconocía por completo. Con el tiempo supe que era "This Train Is Bound For Glory" una especie de himno cristiano y convertido en hit de música Country y “bluegrass”, justo la música que me había dicho Melanie. Yo no hablaba. Únicamente observaba y meditaba tomar la sexta cerveza y decirle a Jake que me quedaría un día más.
A la una am el bar debía de cerrar, por eso nos pidieron que nos fuéramos. Que pagáramos y nos fuéramos. Alguien propuso continuar en su casa. La mitad de los presentes aceptó. Yo no tenía opción. Seguimos con los canticos y nos acomodamos en un auto en el que íbamos siete personas cuando debíamos ir cinco.
Llegamos a la casa propuesta y sin saber exactamente de donde había salido había botellas de wiski y cervezas. La música seguía y algunas personas prendieron un puro de marihuana y comenzaron a rolarlo. En ese momento llegó Melanie y dos amigas más. Luego los eventos sucedieron de forma brumosa. Una de las amigas de Melanie besó a Jake, y ella me besó a mí. Luego ya era de día.
Llegamos a la casa propuesta y sin saber exactamente de donde había salido había botellas de wiski y cervezas. La música seguía y algunas personas prendieron un puro de marihuana y comenzaron a rolarlo. En ese momento llegó Melanie y dos amigas más. Luego los eventos sucedieron de forma brumosa. Una de las amigas de Melanie besó a Jake, y ella me besó a mí. Luego ya era de día.
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