Extrañas soledades
Cuando la conocí vivía entre Kafka y Bukowski, es decir yo, no ella. Vivía entre cerveza y wiskey. Mucha literatura y poco sexo. Era frágil como un pez fuera del agua, aunque un pez no es frágil fuera del agua, es un ser que se ahoga y se sabe está por morir. Un suicida en potencia. Pero ¿Quién no es un suicida en potencia? Ella en cambio tenía la apariencia de tenerlo todo resuelto. Con dinero, guapa, profesión, apartamento, sin hijos, un perro feo, en fin, buena vida podría pensarse. Pero no tenía nada resuelto. Era mera apariencia. Un juego de máscaras. Y yo caí en su engaño. Cualquiera iba a caer, era un juego perfecto. Un engaño. Al principio se mostraba atraída por las conversaciones literarias, y aunque conocía poco, mostraba interés. Yo como un gran tonto leía cuentos de Cortázar para dormirla. Me duele que hayan sido los de Cortázar porque yo la verdad los disfrutaba,de haberlo sabido le hubiera leido a Onetti.
Me regalaba botellas de vino y cocinaba comida vegetariana. Demasiada perfecta. Me alentaba a renunciar al trabajo y buscar otro oficio menos frustrante. Se lo agradecí. Hasta que me enamoré.
Ella no andaba buscando el amor de su vida; eso de corazones flechados y ensangrentados no era lo suyo. Ella quería, más bien buscaba un pene para olvidar el último del que se había alejado. Y yo tenia uno. Eso fue todo y duró poco. Nadie salió lastimado. La verdad, yo Si. Ella dijo que ya no se sentía atraía y se fué con otra persona. No me dijo si hombre o mujer. Daba igual. No quería estar conmigo.
Todo siguió por los cauces normales de esas situaciones, el enfermo de insomnio fui yo. Lo superé en algunos meses. Luego hace unos días me habló. Se escuchaba triste y me pidió que pasara a su apartamento. Por un momento pensé que me quería ver a mi, luego pensé que la verdad estaba pensando en mi pene, pero me equivoqué. No quise pensar en una venganza. Me preparé y decidí llevar una máscara. Fue entonces cuando dijo que me quería. No fueron esas sus palabras. Un te quiero, eso hubiera preferido. Un te quiero no es tan grave como un te amo, además pedía disculpas. Por eso cuando dijo aquella palabra, me asusté. Pensé que era otra trampa. A estos juegos no les queda bien el extratiempo. Lo mejor era irse y olvidarla. Otra vez.
Era una trampa. Hoy me escribió contándome que ha iniciado una nueva relación.
Me regalaba botellas de vino y cocinaba comida vegetariana. Demasiada perfecta. Me alentaba a renunciar al trabajo y buscar otro oficio menos frustrante. Se lo agradecí. Hasta que me enamoré.
Ella no andaba buscando el amor de su vida; eso de corazones flechados y ensangrentados no era lo suyo. Ella quería, más bien buscaba un pene para olvidar el último del que se había alejado. Y yo tenia uno. Eso fue todo y duró poco. Nadie salió lastimado. La verdad, yo Si. Ella dijo que ya no se sentía atraía y se fué con otra persona. No me dijo si hombre o mujer. Daba igual. No quería estar conmigo.
Todo siguió por los cauces normales de esas situaciones, el enfermo de insomnio fui yo. Lo superé en algunos meses. Luego hace unos días me habló. Se escuchaba triste y me pidió que pasara a su apartamento. Por un momento pensé que me quería ver a mi, luego pensé que la verdad estaba pensando en mi pene, pero me equivoqué. No quise pensar en una venganza. Me preparé y decidí llevar una máscara. Fue entonces cuando dijo que me quería. No fueron esas sus palabras. Un te quiero, eso hubiera preferido. Un te quiero no es tan grave como un te amo, además pedía disculpas. Por eso cuando dijo aquella palabra, me asusté. Pensé que era otra trampa. A estos juegos no les queda bien el extratiempo. Lo mejor era irse y olvidarla. Otra vez.
Era una trampa. Hoy me escribió contándome que ha iniciado una nueva relación.
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