VIDA DE NOVELA

M toma cualquiera de los libros que no ha leído nunca y que es muy posible que no vaya a leer jamás. Libros que la mayoría han llegado en concepto de regalo. El afortunado es un tal Vila Matas, aunque realmente el afortunado es M, pero no lo sabe y lo mete a su mochila. No se da cuenta que ese libro no fue un regalo, o si lo fue, en todo caso, fue un regalo de la muerte.

Dos años atrás M dio posada a su amigo L que había quedado naufragando en la ciudad de Los Angeles luego que la mujer con la que vivía L lo echó del apartamento y le aventó todas sus pertenencias a la calle. M ayudó a L y lo alojó por un par de semanas en su pequeño apartamento. Hubiese querido hacerlo por más tiempo, pero la falta de espacio y sobre todo de presupuesto no daba mayor margen para la solidaridad. Para ese entonces M ya tenía mujer y dos hijos. L no tenía familiares en Los Ángeles o si los tenía parecía como si no los tuviese. Nunca comentaba nada de su familia. L pidió de favor dejar en depósito sus pertenencias en el apartamento de M; pertenencias que nada tenían que ver con ropa o calzado, era dos maletas repletas de libros. M preguntó si era posible leer alguno de los libros, L contestó que no había problema alguno. L se marchó y dijo que iría a buscar a un familiar a Nueva York y de él M ya nunca supo nada. Simplemente se perdió. Desapareció. Nunca más volvió a comunicarse, ni cartas, ni correos, ni mensajes ni nada. 

Transcurrido un tiempo, y con una curiosidad creciente, M buscó pistas de L. Visitó el apartamento de su exmujer y fue hasta entonces que supo que L había muerto. En un relato que carecía de muchos detalles, y que en verdad no permitían construir una historia certera de lo que querría escuchar M, la exmujer de L contó que L se había lanzado a las vías del tren en una ciudad de Connecticut; la razón como en la mayoría de suicidios giraba en torno a la depresión. Algo que M no acertaba a comprender, porque, aunque L reflejaba algunos matices de tristeza, en términos generales era bastante optimista, incluso en aquellos días cuando no tenía donde vivir, hablaba de muchos planes, de escribir novelas, cuentos, hablaba de viajar y conocer el mundo. Realmente era una fuente de motivación. Pero al parecer no soportó la carga exitencial que suponía su edad y decidió enfrentar la muerte de frente, más bien decidió entregarse. Eso fue todo lo que M supo de L.


No hay expectativa en cuanto a la trama de la novela, es más, no sabe que es una novela, piensa que a lo mejor se trata de una serie de cuentos, descarta que pueda ser poesía, en parte porque él no lee poesía y en parte porque Vila Matas no escribe poesía; esto último él no lo sabe, aunque lo intuye. No podría haber llegado un libro de poesía a sus manos. ¿Quién es este Vila Matas? se pregunta y medita si merece la pena llevárselo en la mochila, observa una novela de Hemingway y tiene la intención de hacer el cambio. Al menos el nombre de Hemingway es, de entrada, más conocido que Vila Matas, además fue el ganador del premio nobel de literatura y ya eso crea una atmósfera benigna como para evitar el riesgo de caer ante un charlatán que se nombre escritor, que son muchos y se reproducen como peste en cualquier país y lenguaje, además elegir a Hemingway evita no ser estafado por las editoras que dan cancha a esos charlatanes con el único propósito de vender libros. No obstante, no hace el cambio. Se marcha y dos horas más tarde muere en un accidente de tránsito. El libro se salva y va a parar al depósito de cosas  por reclamar que tiene la policía de la ciudad. Nadie lo reclama y es subastado sin éxito. ¿Quién va a comprar en Estados Unidos un libro viejo de un tal Vila Matas, con el agravante de estar escrito en español? Finalmente un policía de apellido Ramírez lo hojea y cree, al llegar a la décima hoja, que es una porquería. Desiste de seguir leyéndolo y pasan tres años más hasta que alguien vuelve a poner sus dedos en él (es decir en el libro de Vila Matas). El libro termina en el basurero de la policía. Ahí pasa dos días hasta llegar al basurero municipal y ahí finalmente se quedará. 

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