Cuando los niños infernales cumplían seis años tenían que ser puestos a la orden de las autoridades demoníacas, encargadas de velar por su formal educación. Debido a que ningún demonio que se jacte de serlo puede ignorar los principios básicos que rigen la vida en el infierno. Principios simples que todo demonio aprende desde chico. El primero, y razón por la cual se dio el famoso intento revolucionario dentro de los pacíficos territorios celestiales y que terminó con el exilió de todos los simpatizantes infernales, es la democracia. De acuerdo al libro negro de la historia, entregado gratuitamente a los niños cuando ingresan al cuarto grado, los infernales no se llamaron todo el tiempo así sino que hubo una época en la que eran un solo pueblo, unido y sin distinción en donde vivían eternamente en la república celestial. Y todo marchaba muy bien hasta que un día el jefe del gobierno celestial que era artista, además de dominar todos los oficios y hablar todas las lenguas, incluso aquellas que nadie sabía, se ausentó, aunque siempre estaba omnipresente, a dibujar un cuadro, en palabras del creador, de inigualable belleza (algunos críticos de arte creen que esa obra es universal por la totalidad de temas que abarca. Para otros no es más que una mancha oscura con leves, pero hermosos, puntos de color que vibran a lo lejos, para otros no es más que una imagen que no dice nada, algunos, minoría por cierto y casi todos infernales, ponen en duda su creación en tan corto periodo de tiempo, para ellos es imposible que la citada obra haya sido creada en tan solo siete días y, más carente de seriedad, por un solo creador) que cuando regresó a las tierras celestiales se dio cuenta que un grupo de arcángeles, liderado por el bello Lucifer , había creado una especie de comité que cuestionaba la eterna autoridad del creador y exigían elecciones libres y transparentes en la que todos los habitantes celestiales fueran llamados a ejercer su derecho de elegir, además de un cambio de sistema político y al derecho irrenunciable del libre albedrío, pasando de la verticalidad dictatorial a una democracia más participativa. Las ideas tuvieron eco en una buena parte de los celestiales, especialmente en aquellos que la eternidad ya les estaba aburriendo un poco. Bostezar en público era una ofensa tan grande, y de hecho el único crimen en la república celestial, algunos habitantes no podían contenerse y lo hacían, y aunque se escondieran, las autoridades celestiales siempre terminaban por darse cuenta. Por ese delito los celestiales eran condenados a vivir una vida efímera en un lugar lejos de la república celestial, para que de esa forma los infractores fueran testigos de lo verdaderamente pasajero y aprendieran a apreciar lo eterno para siempre. Ese grupo, los aburridos, se unió a las peticiones democráticas de Lucifer y convergieron en la gran marcha por la reivindicación al libre albedrio y al derecho a ser individuales y a elegir libremente a las autoridades. La marcha fue totalmente pacifica, no hubo mayores incidentes, salvo la captura de varios bostezadores que fueron, sin juicio previo, expulsados a vivir lo efímero. Lucifer al evaluar los resultados obtenidos decidió pasar a la etapa de sabotaje. Al principio, la orquesta sinfónica, que interpretaba bellas melodías de manera perpetúa en la república celestial, fue silenciada por primera vez, hasta ese punto de la eternidad, y al faltar la música, muchos residentes celestiales bostezaron de manera inconsciente, sin embargo, el castigo fue aplicado como si el bostezo hubiese sido premeditado, sabiendo las autoridades que un bostezo jamás puede premeditarse. Esa decisión celestial causó una gran fricción con los habitantes celestiales debido a que, hasta esa parte de la eternidad, no se habían puesto a pensar en el aburrimiento y fue entonces que la idea de lo eterno comenzó a tener tintes preocupantes por no decir angustiosos y se desarrolló un tipo de ansiedad nunca antes sentida en los habitantes. Lucifer no podía ser castigado por las autoridades, entre otras razones, porque no estaba cometiendo delito alguno, de todos era sabido que el único delito era bostezar y a él de ninguna forma podría acusársele de ello. 

Los simpatizantes de las ideas de Lucifer fueron creciendo hasta que, sin el tiempo, fueron mayoría y se congregaron en las puertas de la república y exigieron de una vez para siempre jamás las impostergables demandas.

El consejo de arcángeles por encargo divino decidió someter a Lucifer para que reinara de nuevo la paz y, sobre todo, la música sinfónica, pero no pudieron hacerlo debido a que se había convertido en el líder de más de la mitad de los habitantes de la república celestial. San Gabriel fue el encargado de ir a notificar la detención de Lucifer y su expulsión a vivir una vida efímera. Decisión que no fue del agrado de los pobladores porque, de nada se podía acusar a Lucifer, él, en todo caso, no estaba bostezando, y si se ejecutaba la detención esa era señal inequívoca de que algo no estaba funcionando en la república. San Miguel fue el llamado a ejecutar la orden de captura y como lo establecía el recién aprobado código penal, el delito de Lucifer estaba tipificado como sedición a las masas. Sin embargo, algo salió mal. Los seguidores de Lucifer se sublevaron en contra de las autoridades y liberaron al detenido, no si antes, haber destruido el recinto celestial. Fue entonces cuando dio inicio la guerra civil celestial. 

Todos los revoltosos fueron capturados y junto con su líder fueron condenados, no a una vida efímera, como la mayoría, en el peor de los casos esperaba, sino que fueron condenados al exilio a habitar las lejanas tierras del inframundo conocido como el infierno y fueron puestos los nueve candados divinos para que nunca más un infernal pueda volver a la república celestial.

Lucifer, entonces, al cargar con el peso de la derrota trato de instaurar un cielo en el infierno adoptando los cambios originadores del problema divino, pero, rápidamente fue acusado de querer ser Dios en el infierno y eso no lo permitirían los infernales, quienes, a pesar de haberse revelado en contra de la república celestial, reconocían la existencia de un solo Dios y ese Dios no era, ni por cerca, Lucifer. Pero para no dar inicio a unas previsibles guerras civiles, los líderes infernales decidieron crean nueve Estados independientes que estarían unidos en una especie de confederación e implementarían el famoso, y discorde, modelo democrático. 

Modelo que hasta el día de hoy se sigue perfeccionando con pesos y contrapesos, elecciones y plebiscitos.

Con el paso de la eternidad, como era de esperarse, también los habitantes infernales comenzaron a aburrirse y las autoridades, aunque no lo castigaban, comenzaron a pedir a los habitantes que no lo hicieran en público para no generar la sensación de que de nada había servido la revuelta celestial. Pero el gran problema, realmente grande, se dio cuando los pobladores, más que bostezar comenzaron a llorar, y esa sensación, además de nueva, era angustiosa. Al principio no se sabía si era por el deseo de volver a la república celestial o simplemente una mutación del aburrimiento. Fueron las dos cosas.
El infierno además de aburrido era triste por más que las autoridades buscaban formas novedosas de entretenimiento como la poesía, la música y otros formatos menos divinos, la pintura experimental y otro tipo de arte que pasaba desde la danza al teatro, sin conseguir resultados positivos.

Los grandes líderes del infierno que sin disimulo alguno se la pasaban bien, sonreían eternamente e invitaban con su contagiosa risa a vivir el infierno de igual forma. Algunos se ganaron el apodo de demonio, palabra que en lenguaje antiguo significaba alegre. No obstante, cada vez menos la gente se lo pasaba bien y el llanto fue creciendo en intensidad y amenazaba con volverse una epidemia nacional. 

Sin otra alternativa, los señores demonios, al puro estilo divino, decidieron expulsar a los tristes al mundo de lo efímero, al mismo donde mandaban a los aburridos celestiales, para que, por medio, de la angustia existencial de sentirse fugaz, volvieran a valorar la vida eterna.

De esa forma es que se creó ese mundo lleno de vida efímera cohabitado por almas divinas y demoniacas que penan su aburrimiento o tristeza por la eternidad. Sin embargo, especialmente, cuando duermen, se recuerdan de sus reinos y sus costumbres y de manera inconsciente tratan siempre de imponer en el mundo fugaz cualquiera de las dos visiones eternas: La infernal o la divina.
El otro principio es el libre albedrio, pero de ese nadie quiere hablar.

Comentarios

Entradas populares